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La soledad es peor que el virus

Cada día, antes del confinamiento, iba a visitar a mi madre a la residencia Sant Cugat, donde vive. Me gustaba pasar un ratito con ella, aunque su estado degenerativo impedía que me conociera. Le cogía la mano, le contaba mis cosas, cantábamos canciones de su época, y muchos días apoyada en su hombro hasta echaba una minisiesta. Estaba en paz, estaba en casa.

Con sus amigas, las que se sentaban a su lado de forma habitual, cantaba, incluso llegué a hacer un minicoro con ellas…, realmente era divertido y muy tierno intentar con la música volver a sus pasados para que volvieran poco a poco al presente, en muchas ocasiones lo conseguía, en otras solo seguían mis labios con su cabecita. Hasta ese momento, había aceptado la dureza de la enfermedad, y sabía que, aunque no le iba a ganar la guerra, si podía ir ganandole esas pequeñas batallas.

Pero llegó el virus del cual nadie sabía nada, y entró de forma devastadora en la casa de mi madre, en su hogar, en el de sus amigas, en sus rutinas y en sus cuerpos. Entro de forma devastadora, y quienes nos tenía que proteger no lo hicieron, permitieron con normas y protocolos absurdos que el tiempo pasara y que el virus fuera haciéndose hueco en sus cuerpos. Algunas de mis cantantes ya no están, marcharon, el virus pudo con ellas, otras lo han superado fueron más fuertes, y en aquellos cuerpos en los que no ha entrado están tan tristes y agotados, que marcharan de todas maneras porque ya no hay estímulo. La soledad es peor que el virus.

¿Realmente este es el modelo de país que queremos dejar a nuestros hijos? Residencias sin recursos, mal planificadas, mal organizadas, mal alimentadas y peor atendidas, siendo esto último no por el personal que cada día se deja la piel por el salario mínimo, sino por la desvergüenza de quien nos gobierna amparándose en la ironía de no hay recursos. Sí hay recursos, y muchos, pero hay que saber redistribuirlos.  Ellos los que ahora están muriendo, los viejos, los que os molestan, durante muchos años han cotizado para tener una vivienda digna y una atención inmaculada, y nosotros, dentro de 30 años necesitaremos lo mismo, y ustedes, los que ahora nos gobiernan también lo necesitarán, ¿o qué se creen? Piensen que dentro de 30 años cuando sean viejos, solo os recordarán por lo que hayáis podido cambiar, no por lo que no hicisteis. Ahora tenéis la gran oportunidad de revertir el sistema, de hacerlo vuestro, cambiar los concursos públicos y los ratios de la vergüenza por la dignidad. Que las muertes de mis cantantes no queden sin voz

Mónika Blasco Racero
Founder & Executive Director La Original Communication
Presidenta de ADEVALLES
Secretaria de ASFAREST

 

 

 

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